sábado, 24 de diciembre de 2011

Historia de pequeñas cosas que merecen una foto

Llegué a Madrid desde Granada, donde las personas, al no tener la Sierra Nevada cerca, escalaban por los enchufes.


Entre el Retiro y el Parque del Oeste, me encontré a una sabia cuentacuentos que me advirtió de que tuviera cuidado con las ancianas que regalaban apetitosas manzanas, porque éstas estaban envenenadas.


Ingenua de mí, no pude resistirme al apetitoso color de la manzana al encontrarme con una...


La manzana envenenada provocó que tuviera alucinaciones y mareos, viendo todo lo que me rodeaba como si estuviera mirando por un caleidoscopio...


Justo cuando cerré los ojos para no marearme a causa de las alucinaciones empecé a escuchar la música de un piano, que me calmó durante un rato...

Al comentarle al pianista mi problema de visión, me dió esta vieja cámara de fotos, con la que me dijo que volvería a ver las cosas con normalidad y buena perspectiva.


Toda esta aventura me había dejado hambrienta, por lo que intenté buscar un sitio para comer.

Al verme un tanto perdida, un niño gordito se me acercó y me recomendó un lugar donde había buena comida, aunque al verme un tanto desconfiada (después de la manzana no me fiaba mucho de la gente), me dijo: "Trust me, I'm a Goonie". Eso fue suficiente para convencerme. 


De modo, que llegué a un restaurante que se había quedado anclado en los años '50, pero donde finalmente pude comer como es debido.


Después de almorzar, continué caminando por la ciudad, donde me encontré a majestuosas personas mitad animales, mitad hombres, que con maravillosas canciones me enseñaron el valor de "El Ciclo de la Vida".
  

Tras este día agotador, decidí descansar en un lugar llamado "La fábrica de Sueños"...



Además de un sitio para descansar, era un lugar donde podías soñar con los ojos abiertos, formulando todos tus deseos,
     

que iban a parar a un gran bombo donde se echaba a suertes, cuáles se harían realidad.



Aún no sé si los sueños que formulé se cumplirán, pero entre tanto volví a Granada, donde esta maravillosa luz me dió la bienvenida.


De vuelta al hogar.

Sara Álvarez Pedrosa





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